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Principios y valores para nuestro bienestar financiero.





Hay una gran diferencia entre principios y valores.


Los valores son aquellas cosas que nosotros creemos importantes en la vida. Los valores pueden ser buenos o malos. Por ejemplo, en uno de los barrios más violentos de Estados Unidos, nos dábamos cuenta que los miembros de las pandillas compartían entre si, los mismos valores. Eran valores erróneos, enfermizos, equivocados, pero todos y cada uno de esos pandilleros indiscutiblemente compartían valores que tenían en común.


Los principios, por otro lado, creo que no pueden ser buenos o malos, correctos o incorrectos. Los principios, a mi modo de ver, son siempre buenos, son siempre correctos.


Una persona simplemente los obedece o los desobedece. Los valores son los materiales de una casa. Es importante tener los materiales correctos para construir la casa que queremos.


Los principios, por otro lado, son las normas y reglas que debemos seguir si queremos construir una casa que perdure. No importa que tipo, tamaño o forma tenga la casa. Los principios de la construcción de casas siempre serán los mismos.


Mi amigo Carlos se compró una casa nueva hace algunos años atrás; después de vivir en la casa por unos seis meses, comenzó a notar que una de las paredes tenía una rajadura. Tomó la guía de teléfonos, buscó un maestro y lo contrató para que arreglara la rajadura que tenía la pared. Después de un arduo día de trabajo, el maestro terminó su labor y le pasó a Carlos una cuenta tan grande que pensó que si se hubiera quedado otro día, ¡le hubiera tenido que entregar su primogénito!


Pasaron las semanas y unos tres meses más tarde, Carlos se levantó una mañana para encontrar no solamente que todavía tenía la rajadura original en la misma pared que acababa de arreglar, sino que ahora tenía a toda la «familia rajadura» en su pared: Papá Rajadura, Mamá Rajadura y como siete u ocho rajaduritas en diferentes lugares! Nuevamente, entonces, llamó al maestro que le había hecho el arreglo original para que le viniera a colocar nuevamente el yeso a la pared con problemas.


Dos días más tarde, la pared quedó como nueva. Los días pasaron, se hicieron semanas y una buena mañana Susana, la esposa de Carlos, se levanta para desayunar y se encuentra, de pronto, con un ejército de rajaduras en la misma infame pared. Allí estaba, frente a ella, toda la infantería, caballería y artillería del País de las Rajaduras.


Carlos entonces, sintiéndose defraudado económicamente, decidió llamar a otro maestro. Cuando este llegó, observó las rajaduras, miró la pared, bajó al sótano de la casa, subió al techo y le dijo a Carlos algo que él realmente no estaba esperando: «Yo no le puedo ayudar, señor»; «¿Quéee?», contestó Carlos, «¿Cómo que no me puede ayudar? ¿No es usted un maestro? » «Sí, lo soy, pero usted no necesita un maestro ni dos. Su problema no son las rajaduras. Usted tiene un problema en la fundación de su casa. Las columnas de base se están moviendo y hasta que usted no repare el fundamento de la edificación, usted siempre va a tener rajaduras en esa pared. Usted lo que necesita es un ingeniero». El intercambio no sólo le proporcionó a Carlos una importante lección sobre cómo resolver problemas de construcción, sino que me ha proporcionado a mí a través de los años de una buena ilustración sobre cómo resolver problemas económicos.


La mayoría de la gente ve las rajaduras que tiene en su vida financiera y cree que esos son los problemas que debe resolver. Para eso, entonces, consulta con algún asesor financiero, algún banco, o lee algún libro sobre cuáles son las cosas o pasos que debe hacer para salir del problema.


Sin embargo, en la gran mayoría de los casos, los problemas financieros son solamente la consecuencia de otros problemas más profundos en la vida del individuo. Son el resultado de haber violado los principios «P».

A menos que coloquemos fundamentos sólidos e inamovibles en las bases de nuestra vida, nuestra pared financiera continuará mostrando rajaduras. No importa las veces que creamos haber solucionado el problema con un parche por aquí y otro por allá. Primero debemos cambiar el ser, para, luego, ser totalmente efectivos en el hacer.


Recuerdo haber escuchado al Dr. Tony Evans, fundador y presidente de La Alternativa Urbana, en Dallas, Texas, contar una historia que tiene mucho que ver con el concepto de lo que un «principio» es para nuestra vida.


Se cuenta que un grupo de barcos de la marina había salido a hacer maniobras de combate por varios días. Una noche, estando el capitán de uno de los barcos en la torre de mando, uno de los marineros le indica que ve una luz acercarse por la proa. El capitán, al darse cuenta que estaban en peligro de chocar, le indica al marinero que hace señales con luces: "Haga una señal a ese barco y dígale que estamos a punto de chocar. Aconséjele que gire treinta grados".


Al volver le comenta la respuesta al capitán: "aconsejable que ustedes giren treinta grados". El capitán indignado responde: "Soy capitán de la marina de guerra y dígale que ordeno cambie su curso treinta grados."


La respuesta no se hizo esperar: "Soy un marinero de segunda clase, y le aconsejo que inmediatamente cambie su rumbo en treinta grados".


Para ese entones, el capitán estaba furioso. Gritando a viva voz le dijo: "Dígale a ese estúpido que esta es la fragata de guerra de Río Grande. Le obligo que cambie su curso 30 grados!"


Vuelve la respuesta: "Soy el Faro de San Sebastián"


La fragata de guerra, rápidamente cambió su curso treinta grados.


Los principios son el Faro de San Sebastián: leyes naturales que no pueden ser cambiadas. Podemos hacer lo que queramos con nuestra vida, pero si ignoramos estos principios, no nos sorprenda que nos vayamos a pique.


Fuente: ¿Como llego a fin de mes?, Andrés Panasiauk.



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