La ansiedad silenciosa existe. Y generalmente pasa desapercibida para la mayoría de las personas ya que no se manifiesta a través de síntomas evidentes como los movimientos nerviosos, pero puede afectar enormemente la calidad de vida de quien la padece. Este tipo de ansiedad corroe por dentro, generando una angustia y aprensión particularmente intensas que se quedan atrapadas dentro de la persona.
¿Cuáles son los síntomas de la ansiedad silenciosa?
La mayoría de las personas ansiosas se muestran irritables, aprensivas e hiperactivas, por lo que es relativamente fácil comprender que algo no va bien. Y si sufren un ataque de pánico, es probable que comiencen a sudar profusamente, temblar y respirar de manera entrecortada e incluso que intenten escapar de la situación.
Sin embargo, en la ansiedad silenciosa la procesión se lleva por dentro. Los síntomas físicos y psicológicos no son fácilmente observables. Incluso cuando se produce una crisis de angustia, no se manifiestan signos físicos obvios de que la persona lo está pasando mal.
De hecho, los síntomas de la ansiedad silenciosa son ligeramente diferentes:
Sensación de aprensión constante
Miedo o terror repentino y abrumador
Sensación de que algo malo va a ocurrir de manera inminente e inevitable
Mareos o aturdimiento
Dolor de cabeza
Náuseas
Hormigueo en manos y pies
Desrealización: sensación de estar separado del entorno, como si estuviera viendo el mundo a través de una lente distorsionada
Despersonalización: sensación de estar separado de su cuerpo, pensamientos y sentimientos
Dificultades para concentrarse o pensar con claridad.
La persona que sufre un ataque de ansiedad silencioso puede parecer bastante tranquila y serena por fuera, pero está viviendo una auténtica pesadilla por dentro. De hecho, tanto esas crisis de angustia como la ansiedad en sí provocan tanto malestar como la ansiedad generalizada o los ataques de pánico convencionales.
Las consecuencias de los ataques de ansiedad silenciosos
El principal problema de esta condición es que muchas veces no se diagnostica ya que sus manifestaciones no coinciden con los criterios clínicos tradicionales. Como resultado, muchas veces estas personas emprenden una procesión por diferentes médicos en la búsqueda de una explicación a lo que están experimentando, generalmente sin encontrar respuestas satisfactorias o soluciones adecuadas.
El problema es que después de meses o incluso años intentando comprender qué le ocurre, el ciclo de la ansiedad se ha cerrado, de manera que interfiere bastante en su día a día. Para muchas de estas personas ir a trabajar, socializar o realizar las tareas cotidianas puede representar un gran desafío ya que viven con el miedo constante a sufrir otro ataque de pánico.
A esto se le suma la incomprensión de quienes los rodean ya que, al no presentar signos visibles, no pueden comprender su profundo malestar. Por tanto, a menudo estas personas acaban aislándose para evitar las críticas, el rechazo o las miradas de incomprensión, lo cual restringe su red de apoyo social.
¿Qué causa el ataque de ansiedad silencioso?
Las causas específicas de los ataques de pánico silenciosos no se conocen. De hecho, es probable que se deba a una conjugación de factores. Neurocientíficos de la Universidad de California, por ejemplo, han postulado que las crisis de angustia podrían ser el resultado de una disfunción en la red cerebral del miedo.
Tras analizar los datos de cientos de imágenes de resonancia magnética funcional, todo parece indicar que los circuitos cerebrales relacionados con el miedo responden de manera diferente ante las amenazas, activando una ansiedad anticipatoria crónica.
Es probable que esa manera diferente de reaccionar ante situaciones estresantes determine que algunas personas se paralicen ante el peligro y otras intenten huir o luchar. Quienes se paralizan podrían tener la tendencia a «ocultar» sus síntomas mientras que quienes reaccionan fisiológicamente con mayor intensidad podrían ser más propensas a externalizar su malestar.
Obviamente, los factores psicológicos también desempeñan un papel importante en el desarrollo de los ataques de pánico silenciosos. Por ejemplo, un estudio desarrollado en la University of East Anglia comprobó que las personas con antecedentes de trauma o estrés crónico son más propensas a desarrollar trastornos de pánico. Algunos rasgos de personalidad, como la tendencia al perfeccionismo patológico o quedarse atrapados en los pensamientos negativos, también incrementan el riesgo de sufrir ansiedad silenciosa.
Incluso los factores ambientales influyen en la aparición de los ataques de pánico silenciosos. De hecho, muchas personas informan haber experimentado su primera crisis de angustia durante períodos de mucho estrés o cambios vitales importantes, como comenzar un nuevo trabajo, mudarse a otra ciudad, perder a un ser querido o atravesar un divorcio.
¿Cómo afrontar esa angustia interna?
Si sospechas que sufres ansiedad silenciosa, es importante que busques ayuda psicológica. Si llevas meses o años padeciendo esa sensación de angustia y aprensión, es posible que ya se hayan consolidado patrones de pensamientos disfuncionales y creencias erróneas que necesitas erradicar.
Algunas técnicas psicológicas que también te pueden ayudar son:
Identifica tus desencadenantes emocionales. ¿Qué situaciones o pensamientos te provocan más ansiedad? Cuando reconozcas esos factores, establece una estrategia para afrontarlos paulatinamente y sin aumentar demasiado el nivel de ansiedad, de manera que tu cerebro comprenda que no representan una amenaza real y puedas romper la asociación que ha creado.
Practica técnicas de relajación. Existen muchos ejercicios para relajar la mente y el cuerpo muy eficaces, desde la técnica de relajación muscular progresiva de Jacobson hasta la meditación vipassana. Explora varias opciones hasta que encuentres las técnicas que más te relajan y practícalas con regularidad. La buena noticia es que cuanto más te familiarices con ellas, más eficaces serán.
Lleva un diario para la ansiedad. Escribir tus pensamientos y sentimientos es una estrategia muy efectiva para procesar y entender tu ansiedad. Anotar esas experiencias te permitirá identificar con mayor facilidad los patrones y desencadenantes. Así podrás explorar qué se esconde detrás de tus pensamientos, en vez de limitarte a dejarte llevar por ese remolino de aprensión y temor.
Hacer ejercicio con regularidad, limitar el consumo de estimulantes y optar por bebidas más relajantes, así como planificar una rutina diaria son otras estrategias para curar la ansiedad que te ayudarán a sentirte mejor y recuperar cierto sentido de control y previsibilidad. Y no olvides incluir actividades relajantes que disfrutes y momentos de descanso en tu vida.
Fuente: El Rincón de la Psicología
Referencias Bibliográficas:
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