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Ahorro, responsabilidad financiera y bienestar de los hogares.




El ahorro suele ser visto como una condición necesaria, como un sacrificio asumido en el presente para obtener un beneficio futuro. Ese objetivo último puede ser un automóvil, el equipamiento del hogar, la casa propia o la educación de los hijos. Sin duda, ese es el sentido principal del ahorro. Sin embargo, más allá de los fines que lo motivan, el acto de ahorrar tiene también una connotación conductual que da cuenta de hábitos y de un comportamiento responsable en la toma de decisiones financieras, las que son complejas porque requieren sopesar distintos elementos. Para contratar un crédito hipotecario, por ejemplo, el banco exige un pago al contado que debe ser constituido con ahorro previo. Lo mismo ocurre si se compra un automóvil. La automotora o el distribuidor exigen un pie que es un porcentaje del precio del vehículo. Si es un trabajador dependiente debe hacer contribuciones obligatorias a su fondo de pensiones, más allá de sus preferencias personales. Todos estos actos de ahorro son forzados por la ley, las prácticas comerciales de los vendedores o acreedores y las circunstancias. Pero, existen muchos actos de ahorro voluntario que reflejan decisiones estrictamente personales. Si bien el banco puede pedir un pie del 20%, el cliente puede optar voluntariamente por un ahorro previo de 25%, porque lo considera conveniente para su bienestar. Ese mayor ahorro le genera tranquilidad, en la medida que reduce la probabilidad de verse enfrentado a un cuadro de estrés o vulnerabilidad financiera. Por cierto, cada individuo hará su propio análisis. Algunos operarán con el 20% exigido por el banco, otros preferirán acumular un 30%. Esa es una cuestión de preferencias individuales. En este contexto, el acto de ahorrar denota responsabilidad y pleno dominio sobre las decisiones adoptadas, con el consiguiente beneficio en términos de bienestar para el individuo y su hogar. La práctica del ahorro puede ser ejercida por hogares de distintos segmentos socioeconómicos. Puede implicar montos altos o bajos, incluso muy pequeños. Lo relevante es el acto mismo de ahorrar, independiente de las sumas comprometidas. La dimensión conductual del ahorro está reconocida en la literatura. El Informe de la Comisión del Ahorro de 1997 hizo una referencia explícita a ello, al señalar lo siguiente: “De esta manera, la acción emprendida por la persona al ahorrar no se limita a una práctica de carácter financiero que permita incrementar las posibilidades de consumo en el futuro, sino refleja también una decisión de prepararse responsablemente para enfrentar en forma adecuada circunstancias adversas que pueden sobrevenir y que pueden anticiparse solo parcialmente. Así, quien ahorra lo hace tanto porque aspira a una vida con mayor bienestar material como porque desea vivir con una perspectiva de mayor tranquilidad respecto al futuro. En definitiva, la persona que ahorra confía en tener una vida íntegramente mejor y da los pasos consecuentes para materializar dicho propósito”. Fuente: "El ahorro de los hogares en Chile: diagnóstico y recomendaciones de política." Informe preparado para la Asociación Gremial de Cajas de Compensación. Enrique Marshall Fernando Ochoa. Mayo, 2021.


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